domingo, 12 de junio de 2011

Democracia y corrupción

Voy a exponer, muy someramente para no aburrir, algunas ideas para limpiar la corrupción de la vida política. Son muy genéricas, en el sentido de que pueden ser apoyadas por la gran mayoría de las personas, sean de izquierdas o derechas, basta solo con que se tenga la idea de que la corrupción no es una opción moral. Son propuestas fáciles de aplicar, pues es sufucuente con poseer la voluntad de hacerlo, aunque no nos detendremos en analizar cuál sería la estrategia para ponerlas en marcha.

Recomiendo que éste sea uno de los temas fundamentales en el que deben incidir los "indignados", movimiento al que desde estas líneas le expreso mi apoyo, aunque no comparta todas sus decisiones. Ellos han abierto la puerta de la esperanza en un futuro mejor. Por desgracia, es muy posible que sea ésta la última esperanza de que la corriente de fondo del pensamiento de la sociedad occidental pueda girar en sentido positivo. El camino no va a ser fácil, pues las "inercias" todavía son absolutamente negativas y deprimentes. Y porque creo que si el movimiento cuaja se lo intentará sabotear. No olvidemos que los medios de comunicación convencionales son, hoy en día mucho más que nunca, unos instrumentos muy poderosos al servicio del establishment económico.

Hoy en día la llegada al poder de un determinado grupo supone un inmenso negocio para sus componentes. El "grupo" es algo más que el partido político, y que hay que incluir a los periodistas, publicistas, medios de comunicación, grupos empresariales, jueces, que lo apoyan. Sus actuaciones son a menudo atentados contra la ley de la igualdad de oportunidades, asignando negocios o puestos de trabajo a personas por el simple hecho de ser cercanos al que tiene el poder de decisión.

 El negocio no lo es tanto por los sueldos de los políticos y todo tipo de enchufados, sino por los presupuestos que se manejan y que implican la posibilidad de favorecer a dicho grupo con las decisiones económicas que se van a tomar: Un plan de urbanismo, una privatización, una concesión, la creación de una empresa pública o una fundación pública... Todas ellas son decisiones con implicaciones para los bolsillos de los contribuyentes de mucho mayor calado que los sueldos de los políticos. Aunque la crisis va a reducir considerablemente este pastel, es hora de que comencemos a exigir una rendición de cuentas mucho más rigurosa. ¿Cómo puede ser que en nuestra reunión de vecinos de escalera nos pongamos como locos por un gasto de centenares de euros y no lo hagamos con gastos y dispendios de millones de euros en los que incurren nuestros gobernantes? ¡Deberíamos exigir hasta el último céntimo!

Un sueldo típico no muy elevado cuesta un 40% de Seguridad Social (contando lo que paga la empresa y lo que paga el trabajuador, pero es indistinto quién lo paga). De lo que queda el 30% se iría en IRPF. Y de lo que queda un 18% se va en IVA. Y aún nos queda la contribución, los impuestos del carburante, el de matriculación, las multas y tasas diversas. Haciendo números nos queda alrededor del 37% para nosotros. Es cierto que la administración nos devuelve una parte en forma de pensiones y servicios. Pero administra bastante más de la mitad de nuestra producción neta, lo que da una idea del enorme negocio que supone alcanzar el poder en cualquiera de las administraciones.

Tomemos por ejemplo el urbanismo, que es la madre de todas las corrupciones, aunque hoy esta gallina de los huevos de oro esté esquilamada. Por una línea trazada en un plano el propietario de un terreno, que era rural, pasa de que éste valga 1 a que valga 10.000, porque ahora es urbano. Estupenda renta para alguien que, ¿cuál es el servicio que ha prestado a la comunidad? Esto lo aceptamos con naturalidad, pero podría ser de otro modo, que parece mucho más justo: si la comunidad, por una decisión administrativa produce una plusvalía, ¿no es más lógico que ésta sea de la comunidad? El proceso sería muy sencillo: se expropian los terrenos que se vayan a recalificar (como lo que son: rurales) y se revenden en pública subasta una vez recalificados: el beneficio, para el ayuntamiento. Si no hay tentaciones no hay pecados, y de paso mejoramos la financiación municipal.

Una segunda fuente de corrupción son las obras. Y que además constituyen una de las bases que han llevado a la política el populismo más repugnante. Bien sabéis a los extremos que se ha llegado con los aeropuertos, AVES y demás pájaros. Hay muchas propuestas que se pueden realizar en este apartado, pero hay una que me parece especialmente simpática: Prohibir la propaganda de una obra mientras ésta no esté pagada. En vez de fomentar la colocación de la última piedra, que se "inaugure" la obra cuando se produzca la cancelación del último plazo de pago. En la puerta de todo hospital debería figurar bien grande una placa con el coste que ha supuesto (o va a  suponer) el mismo dividido por el número de familias o de contrubuyentes que lo sufragan, así como la fecha en la que se terminará de pagar el mismo. ¿No tenderíamos a hacer sólo las obras imprescindibles?

No es difícil pensar en sistemas con un aceptable grado de infalibilidad para otras decisiones tales como la contratación de personal, la compra de suministros o servicios y para las concesiones y las privatizaciones. Hay ejemplos de procesos justos, como puede ser el examen MIR. En todo caso los procesos deberían ser todos absolutamente transparentes. Una parte de las mesas de contratación deberían ser ciudadanos anónimos y elegidos al azar.

La lucha contra la corrupción no se debe detener ahí. Hay que castigar a los culpables de manera ejemplar. Las penas de cárcel para los delitos económicos deben ser proporcionales al daño causado a la sociedad. Los procesos deben ser cortos, la prescripción de los delitos no debe existir y, puesto que es difícil recuperar lo sustraído se debe impedir que su disfrute. Es lamentable el espectáculo actual, que parece invitar a la corrupción, porque se da la sensación de impunidad. Se ofrece el mensaje de que el que no se aprovecha es tonto.

Una sociedad más libre de corrupción es una sociedad más justa. Los esfuerzos de sus individuos además se orientan en mayor medida hacia el bien común y la creación positiva, por lo que es una sociedad que tiene asegurado el progreso. La famosa frase de Graham Greene es muy ingeniosa, pero no es cierta: pueden conseguir algo más que el reloj de cuco. Una sociedad corrompida fomenta actitudes insolidarias. Comparemos el progreso de los países con menores índices de corrupción, como los países nórdicos, y otros países donde la corrupción ha alcanzado altas cotas. La degradación moral que se produce en estos últimos acaba siendo en numerosas ocasiones el caldo de cultivo del crimen y las mafias.

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